Estoy leyendo l'Argent de Emile Zola, en francés porque no soy snob, en una edición genial que compré en El Gaucho, una librería que huele de forma horripilante, casi tanto como el Sarmiento que me tomo a diario y que chocó porque el maquinista, la cofradía ferroviaria mandó sellar este dato, terminó sentado. Es decir, iba durmiendo (dormido quiere decir otra cosa).
Leo l'Argent porque me anticipo a la preparación de las reescrituras de los autores que me caen mal y por eso, quiero o me impongo la tarea de saber, a ciencia cierta, cómo funcionan en relación con lo que, yo imagino, leen.
Leo l'Argent porque me anticipo a la preparación de las reescrituras de los autores que me caen mal y por eso, quiero o me impongo la tarea de saber, a ciencia cierta, cómo funcionan en relación con lo que, yo imagino, leen.
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