El afán con el que buscamos que la vida imprima en
dibujos
el ritmo lento del recuerdo
contra-resta las cruces que vemos grabarse en torno de
nuestro destino.
Cruzando la reja del guardaganado, las maletas apartan
los hinojos salvajes.
En el cansancio de los cuerpos que pueblan el andén
Adivinamos
y vemos reunirse con sus seres queridos
arrastrándolos con prisa hacia las salidas de la
estación
cuán aplastante y demoledor era aquel viaje.
Lo queríamos indestructible, como la cinta de fuego y
cielo metálico que avanza trayéndolo de regreso.
Ir a esperarlo esa mañana para verlo bajar del tren
que lo devolvía a la ciudad fue la historia de una decepción que, por haber
sido la única, jamás nos animamos a reprocharle.
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