Sujetando la ansiedad con un collar intermitente.

Treinta papanoeles en pleno bario de once cargados de dulce dinamita que, al dar la medianoche, harán explotar sus panzas dejando sin luz la ciudad por quince minutos para que los niños pobres que no tienen hambre roben pandulces grandes como robots multicolores. Y mi abuela como otros años, esta vez sí querido, esta vez lo haremos, te lo prometo, domará a Rudolf para que podamos ir juntos a tomar un helado todo de crema del cielo.

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