El ñoño, se sabe, no espera. Y lo que no sabe, lo inventa.
En Alice in Wonderland (la única que para nosotros cuenta) no menos importante que haber traído la luna para iluminar el set de filmación fue la estrategia de apilar en los rincones castañas y huevos de pascuas para que los topitos y las marmotas abandonaran sus labores en el bosque y ayudaran a peinar los rizos de la pequeña Alicia.


Disney sabía que al país de las maravillas sólo se llegaba por agua, con el impulso de una gran ola que nos acerca y aleja. Como un tronquito en el agua seco por dentro, acompasamos nuestra carrera con el recuerdo-Do de lo que no ha empezado y no se puede terminar: soñamos con la peli más linda de Burton porque sería fantástico que para cada uno existiese una historia según sus obseciones.

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