Ayer despertó la tortuga. Durante los últimos días había estado desorientada, le expliqué acerca del cambio climático pero no me creyó. Porque las tortugas no creen en nadie. Se esconden y ya: sólo eso las vuelve hermosas. Ayer cuando la tortuga despertó, ... claro, no tiene nombre.
Los nombres con para los perrros, los gatos o los camellos.
Los jamster, son ghamter, los ervos, herbos... Las tortugas, como algunas flores, eligen cuando salir al mundo y cuando ausentarse. De hecho, las tortugas son tortugas porque no son de nadie: la tortuga no es mi tortuga, y nunca lo sería. (Esto no lo entienden los ambientalistas, ¿tarados?, algunos, quizás, sí, cuando hablan de animales en extinción.) Las tortugas no están en extinción. La tortuga "para mí" es un problema. ¿Va a vivir más que yo? Posiblemente. Y "nadie que dejar a su cuidado". (¡Qué difícil hacer que esta frase sea ambigua!)
Saber que se pierde sin cuidado en cualquier rincón y enseguida sale sonriendo al sol mientras yo me preocupo. Es un problema (¿lo es?).
Pero los nombres son para las mascotas, y la tortuga no lo es ni lo puede ser. Por eso, no esperen que suba fotos: no las he sacado. Ni lo pienso hacer. Porque así es como muchas veces los blogs se hechan a perder. Sin volverse algo feo, claro, ni viejo u horrible pero sí quizás blogs apropiados para ser administrados por alguna vieja snob.
Sol espléndido. Nadie tiene ganas de esconderse por la luz del flash. Llamaremos a Pakla para encargarle muffincitos de chocolate y alfajores con arequipe. Yo sé que mi tortuga es todavía muy jovencita y le gusta salir de pic- nic.(click)
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