Pensaba esconderme hasta la hora del postre y, bajar a saludar cuando Marta y el papá de Griselda estuviesen abriendo las puertas del auto en la vereda. Pero mientras servían las ensaladas se cortó la luz y la falta de aire acondicionado llenó de platos y vasos las reposeras. Fue empezar a sentir palmadas y, al minuto, ya sabía a quién le tocaría ir a comprar espirales.
Como en la despensa de la esquina ahora atiende un salamín inbancable, me tocó volver por la bici y sudar hasta el quiosco frente a la plaza. Lo bueno es que volví trayendo la luz y ahora puedo quedarme en mi cuarto con la compu.
Antenoche estuvo de visita mi tío, el que trabaja arreglando las pistas de autitos chocadores. Para las fiestas había puesto un delivery de bebidas. En enero la gente siguió llamando y alquiló dos heladeras hasta marzo. Cansado de estar encerrado, mejor salir a caminar, pero está todo oscuro y la calle llena de bichos, un par de cuadras nomás, después empezás y me tenés dando vueltas haciendo visita hasta cualquier ahora. ¿Sabés que podemos hacer?, ¿quedarnos acá?, nos llevamos una birra y caminamos hasta que se termine.
Ya lo habíamos hecho otras veces. Una cerveza puede durar entre tres y veintiuna cuadras. Aunque con mi tío, desde que tiene el local de bebidas, pueden ser sesenta metros. Hasta el terraplén, desde casa son ocho cuadras. Si todavía quería recostarme a mirar las estrellas, debía hacer un esfuerzo por mantener a mi tío charlando. El otro día entre a tu blog, es lindo, digo, me tomó de sorpresa, ¿Liniers es el que dibuja en el diario, no?, ajá, a mí me gustó lo de los pajaritos. Atontado por el calor, sentía como si me hubiesen dado un hondazo en la cabeza.
Como por arte de magia, el tema se había destapado.
Sacudíamos el pasto pegado en las remeras y me contó algo que hasta ese momento no sabía. Yo soy igual, doy más vueltas, yo soy de dar vueltas también, es como si, ponele, la chica que te gustaba, cómo se llama, como si hubiese ido hasta tu casa la tarde que vos esperabas en el balcón pensando que se verían más tarde en la noche y llega hasta la puerta, sin tocar timbre ni avisarte, y se va. Da media vuelta, y plaf; y yo giro a mi vez las palmas levantando una mano y espanto una polilla que está como pegada a la estática que transmite el monitor.
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