Te cuidarán las olas. (A)brazos que jamás descubren sus manos.




Quién sabe cuántos textos literarios se organizan siguiendo en secreto el recuerdo de un pasatiempo necesariamente olvidado tras el acopio de tarde-noches sorteadas junto al rescoldo de esperas amistosas.
Muescas, jalones de la espera; ese desgarro que indica "lo novelesco". Allí, donde el azar se tiñe, entre tropiezos de rodillas raspadas, con la sapiencia paciente de las almas principiantes; en los ojales irán a posarse las plumas y los retazos, excusándonos de guardar los barriletes que midieron mil "hasta siempre" con las distancias mal anudadas de sus tiros.
Importa poco si existió el instante. ¿Cuántos anillos tiene Saturno?
Cifras de un carrete de papel puestas en fila para recomenzar aguardando.
A su turno, el conteo del destino podría llegar a ser, entonces, una ilusión de números repetidos.

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