"las hojas no se perderán entre mis ilusiones"


¡Vengan a mí, criaturas del espejo!
¡Vengan y coman todas conmigo!

Como Alicia a través del espejo y en la dirección inversa a abrir la puerta para ir a jugar o correr detrás del conejo, al niño sin nombre de nuestra historia le basta con cerrar los ojos.

Quizás porque sabían que terminaríamos recordando muy poco, nuestros abuelos hicieron que soñásemos con historias infinitas. En un cierto sentido, Istvansch parece haber encontrado el modo de dar vuelta esa lógica haciendo de la brevedad la cualidad inesperada de lo infinito. Una de las piezas despliega la siguiente historia: “cruzaba la ancha mar a nado y siempre de frente y pensaba, en el futuro, ser abuelo inteligente, contándoles a sus cien nietos las historias del valiente/Juan Palote, el Pequeñito, héroe muy independiente, derrotaba a un león blandiendo su escarbadientes, se comía quince vacas usando un solo diente”. El efecto al que convoca la lectura reenvía al de los niños cautivados por “el cuento de la Buena Pipa”, que hace mudar la expresión de sus rostros despertando en sus congelados ojos la más obstinada de las intrigas.

En el zoo de la literatura infantil podría indicarse un animal que metonímicamente la representa. Cuando el discurso narrativo tiene una pretensión aleccionadora, su destinatario deja de ser el niño y el relato se dirige a un adulto futuro, ya idealmente acomodado a los mandatos sociales que la narración intenta camuflar. Con las mismas características del personaje que motiva las moralejas en las fábulas, la literatura infantil suele ser astuta y embustera como la zorra. (Fabulandia: "el lobo es como la zorra: pierde el pelo pero no las mañas")

Acaso la expresión de amor más increíble sea enamorarse delirantemente para darle al ser amado la posibilidad de una salida. Y si el niño puede encontrar en el amor una salida natural para su propio encierro es porque tiene en su poder la llave dorada ...

También, puede seguirse este vínculo de youtube: www.youtube.com/watch?v=Jj-XLPstSPI. Se trata de un corto realizado por Walt Disney en el año 1936 llamado Trhu the looking Glass. En él, Mickey Mouse se queda dormido leyendo Alicia… y lo vemos desdoblarse para atravesar el espejo de su habitación. Del otro lado, los objetos han cobrado vida y, luego de bailar de manera provocadora con la reina de corazones, debe abandonar precipitadamente la sala. Hay que poner atención en su carrera de huida hacia el espejo, ya que está igualmente construida sobre una panorámica. Al parecer, siempre sabremos bien poco acerca del lleva-y-trae secreto y de la desafortunada ligazón que los juegos de óptica mantienen con los esbozos de fuga en la infancia.

El cazador y la presa enredada en su trampa son figuras que se proyectan juntas sobre la cautivante imagen del enamorado. Y porque esa imagen refracta e invierte constantemente los papeles es porque una historia de amor....

Si la infancia y el amor tienen "dimensiones"en algún punto equivalentes, quizás sea cierto que no volvamos a ser niños pero siempre podremos volver a enamorarnos. El amor sí tendría una inscripción temporal con retorno, como la llave dorada de una cajita musical eternizaría el tiempo en un recomienzo siempre nuevo.

Merendar para cambiar una y otra vez de tamaño.

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