Historia de la vida privada

"Y si yo mismo hiciese, a mi vez, una promesa," se preguntaba un viejito encantador al que hemos leído, ladeando un cigarro con sonra, mientras se ajusta contra el fundillo del bolsillo interior del sobretodo una petaca trabajada que tardaría no poco tiempo en rodar calle abajo hasta perderse o quedar oculta, atrapada, tras el esmalte desgastado por las sombras que arrojan los gatos cantores de las alcantarillas. Hay que saber cuáles, dónde, ...
""Los cohabitantes no ganan nada al casarse. Por el contrario, a menudo tienen el sentimiento de perder: casarse es comprometerse, inscribir su vida en un proyecto; la cohabitación encuentra su satisfacción en un presente caluroso y desconfía del porvenir. A los cohabitantes la apuesta matrimonial se les aparece como algo temerario. ¿No es casarse enajenar la propia libertad (salir a la superficie), sacrificar alguna de las propias posibilidades (muerte del ñoño), en pocas palabras, disminuirse (dejar de ser topo)?
Imposible amarse por contrato, les parece: si el afecto se constituye en objeto de una promesa, ¿no se convierte en un débito?""
Nótese el tono polémico de la fórmula empleada para introducir las preguntas, que anticipa la respuesta negativa al tema que nos ocupa: como si "nos trabajara" y de ahí, la semántica pecuniaria deslizándose en el fragmento (apuesta, débito).

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