Textos viejos: Libros-álbum (25/VIII/2010)

Con afecto para alguien que podría tener infinitas o un par de razones para odiarme pero, es seguro, ya ni se gasta porque, además, sabe que, de un modo muy especial, es alquien a quien estimo.

Los libros infantiles, los libros-álbum rankeando la lista, pretenden retraernos hasta dar de comer a los niños, una vez más, fetiches. Los programas de promoción de la lectura son tan pero tan inefectivos y tanto pero tanto demuestran ser el curro de las academias que se contentan con envasar el pochoclo, tan pero tan berretas son que incluso usan y repiten los lemas de las Ferias del Libro. A todos leer les encanta, mientras los chicos se entierran y quedan cada día un poquito más presos de un aparato que sólo capta códigos restringidos.
Hay una frase que nunca usé: "En los albores", en el paraíso pixelado del libro electrónico, una moda más, la de los libros-álbum, como todas pasajera, pretende "reencantar" la lectura copiando hasta infectar de fetichismo una de las únicas prácticas pioneras en la pérdida del aura. Aunque los ñoños, todos niños responsables y por esa razón, perfectamente inoculados, leemos en bibliotecas, y desconozco si Alarcón se molestó en exigir que sus editores envien una moto a las bibliotecas y a los centros de reunión donde obtiene sus historias, se puede hacer el intento de leer Cuando me muera... y se contata que también (incluso) el narrador asoma, de repente, como una mano zombi, en el conflictivo, arduo, ríspido, recorrido por los pasillos donde se cocina el cruce mismo* de lo que mi amiga lingüísta, que estudia el fotolog, dice que Bernstein llama código amplio y restringido.

(Me robaron el fichero asique "ver p. 42")

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