Anticipación

No tiene nada que ver con la cordialidad esquizo pero un ñoño siempre se excusa (ser ñoño es la verdadera excusa...). Aunque no llovió, leí gustoso mi regalo anticipado de "las navidades pasadas". Escribir "lo que me pareció" me llevará más tiempo. Me encanta la idea. Deberé esperar hasta hallar la ocasión. Tal vez, entonces, sea un buen encuentro.
En esta dirección, tal vez los libros de Saint-Exupéry puedan leerse como grandes relatos de espera. Espera en tierra junto al aparato de radio mientras una tormenta decide el destino de un piloto; esperas que ahondan la lejanía concentrando las distancias en noches detenidas para alertar al silencio ante el más remoto sonido detectado en el viento. El ahogo nos vendría del dolor de no poder retener nombres propios. Al menos, no sin una señal clara... En ese libro infinito, tan desequilibrante como "estimulante" (el adjetivo es "suyo"), Fantasmas, Link señala lo que mi voz mal podría interpretar y entonces, leo: "Lo que queda es la grieta, la ruina y la espera (P.175)." De manera similar a quienes miran las estrellas esperando ver la luna ingresar en su cuadrante para confirmar que el almanaque no estaba errado; a esas comunidades fundadas en la distancia y la lejanía el sosiego les viene de saberse hermanadas en la noche.
Para que los compañeros lo esperasen y porque para quienes han conocido la inmensa alegría de los rescates saharianos cualquier otro placer puede parecer fútil, Saint Exupéry procuró siempre seguir volando. Incluso aceptará volver a entrenarse cuando la tecnología de los aviones se vuelva incompatible con la edad de su cuerpo. Hasta que, finalmente, en una mañana de abril que podemos imaginar nublada, los niños y las niñas criados entre bombas caídas del cielo, leerán: “Por favor, dibújame un cordero”. Pensemos en esa como en su última hazaña.
El Principito escenifica una distancia, que no remite ya a ninguna pérdida. El Principito dispersa y fabula toda distancia como espera. En vaivén entre el último y el antepenúltimo dibujo, el pliegue de dunas invita a mirar el cielo, imaginando risas de agua estancada en los pozos encantados por la atracción mágica de la luna. En el pliegue de dunas la ausencia se vuelve luz infinita. Como las estrellas (el mapa celeste: esa ilusión de permanecia) que ya no están allí y, no obstante (¿por eso?), su punto de luz continúa riendo en el cielo.
Por la noche, sobre las sombras de los hangares dormidas en la pista vacía, cada nuevo viaje dispone situaciones de espera. Allí, los pilotos encuentran una relación de amistad entre seres distantes.
En un cierto sentido, entonces, El Principito puede leerse como una invitación a una espera concertada para poder formar parte de una comunidad donde la dispersión y la distancia sean la vía regia de designación de una relación celestial entre amigos distantes.

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