Tal vez, engañados por la sana costumbre de imponer un orden en sus atolondradas vidas, nos sorprenda encontrar en los ñoños un sentido del mal atrofiado. Algo parecido a un autointerrogatorio recorre la mente de los ñoños; y, como es natural, sentimientos atroces los asaltan. Todo pensamiento ejerce una fuerte atracción sobre los ñoños; pero sienten una contricción involuntaria que, con toda probabilidad, tendrá un final tímido.
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