"Savalaje"

Lejos en nuestro corazón. El efecto ñoño compensador ("encantamiento convocante") nos recrea sabiendo que los personajes de la serie circulan por un calendario que todavía programa horas de clase: hay que levantarse temprano para trabajar e ir a la escuela. Ayer, la esposa de Ezequiel insistía en lo tarde que había vuelto Anita a "su" casa. Ya pasada la medianoche, Soledad Fandiño se fue a dormir poniendo su mejor cara de sapo para sufrir, sufrir, sin fin, porque sufrir le queda bien. En la pantalla, sufrir es como dejar hacer, y aceptar que el personaje nos desfigure. Los tontitos que no saben actuar jamás se entregarían a semejante desafío, pero Ana sabe que es hermosa, ella sabe y no le importa nada. No porque haya estudiado Letras (¡Dios nos libre!, como cantaba Cerati) sino porque coopera enseñando Lengua, Ana sabe que las lágrimas son una trampita y no le queda otro remedio que tendernos el cepo.

Una escuela en vacaciones. Una simple pregunta, correlativa del desfasaje temporal, que viene dado por las clases en enero (un sueño ñoño para quienes ni siquiera cuando vemos tele logramos escapar a la pesadilla de tener que vivir con los Dursley), ayudaría a captar que la serie traza sus lindes espaciales en un complicado universo conceptual (no podría ser de otro modo, tratándose de ñoños...). Carteles con nombres de calles cortados, números de colectivos sin el tiempo necesario para que la miopía asocie sus colores. Cortinas de chapa, luces y mucho movimiento recortan una zona difusa, "el Conurbano", en el traspaso de posta entre autopistas, trenes, ómnibus. Habría que seguir la pista del nombre e informarse de los intereses de Tristán Bauer, a quiénes han mirado sus apestosos pensamientos, por ejemplo.

"El Hogar". Si el conflicto es el trabajo, de un lado parece escucharse el mensaje "cabezas, quédense en sus casas, la Capital apesta y no da para más"; al mismo tiempo, las hazañas de afano son representadas desde un punto de vista intrínseco "robar también es una suerte de laburo".
Porque la arena de la lucha de clases también no es otra cosa que ese espacio doméstico donde se pegotean las identificaciones primarias (dejarse la barba y usar ropa de fajina como el Che) yo me instruyo y leo mucho. En las revistas especializadas, los analistas dicen que la lucha libre ha superado al box en lo que se refiere a niveles de apuestas. En los últimos años, "nuestro país" ha conseguido proyectarse como uno de los centros de preparación y despegue para cientos de luchadores que cada temporada parten para demostrar a la chusma de la vecindad que a muchos no nos importa lo más mínimo ni Messi ni el Fútbol. Más allá de la tristeza indefinible que nos ha provocado su partida, tampoco somos tarados. Todos queremos lo mejor para él, y estamos contentos de que Vinoli pueda ser, finalmente, nuestro más grande representante.
¿A qué puede deberse, entonces, que toda la historia se articule a partir de un deporte (aja) pasado de moda? Una práctica atlética cuyas consecuencias no son de mentiritas y una puja de poder entre dos Don Nadies de barrio no vienen a poner en escena otra cosa como no sea la violencia doméstica. ¿O acaso el conflicto de la serie sea el dinero? 

Encantamiento repulsor. Contra las Cuerdas es una serie tuerca. Por esa razón, al proyectarse el sexo sobre la fuerza que  motoriza el ascenso social, la iniciativa de los personajes tiende a apocarse. Como es una imitación desfasada de Okupas, el conflicto no se resuelve sino mediante preguntas: dónde vivir, cómo encontrar empleo. Conflictos domésticos. Se trata de un diseño de matricería que encuentra en Okupas los lineamientos estéticos para tratar temas super actuales: si Okupas enfrentaba el grupo de amigos y los affaires a la quietud familiar, Contra las Cuerdas rescata ese esquema para iluminar la zona oscura del cuadrilátero donde no hay máscaras pero sí tundas y anteojos. Contra las cuerdas no hay ley ni policía, pero se puede jugar a la quiniela: lo que no quiere decir, obviamente, que todo quede librado al azar o que haya que acatar las inconfundibles señales del destino. Por eso, y no hace falta consultar una bola de cristal para vislumbrarlo, todo en la historia quiere que la pregunta central sea: ¿a quién me conviene amar?.



Planificación familiar. En el ingrato sainete del mundo del trabajo, la preocupación por la economía y el sustento diario convierten al amor en una de las denominaciones del dinero. Cuando el sexo deja de ser un juego y se inyecta como motor de la estabilidad social, al riesgo de empaste (Tinelli lo sabe) viene a sumarse el baldazo de agua fría que reciben los desposeídos cuando insisten en pasarse todo el santo día amasando una y cien veces la misma pregunta: ¿qué hacer con nuestras fuerzas productivas? Concretamente: ¿dónde ponerla?. cri, cri... cri, cri... En la casa de Hugo, el portón del frente da a un patio interior al que salen las habitaciones y el baño. También la cocina da al patiecito y es agradable hacer la tarea allí, sobretodo en verano, porque es el lugar de la casa donde corre más aire. Arriba hay un altillo lleno de cachivaches que puede acondicionarse para que duerma quien lo necesite. La distribución no tiene porque recordarnos las pensiones que apuntalan el cruce de la economía monetaria y sentimental en las novelitas realistas.

Refracción. No obstante, resulta obvio que, si recomienda los ejemplares de la Biblioteca La Nación de tapas enteladas, Ana ya está al tanto. Y también sabe que para intentar desarticular, o mejor, para lograr reapropiar los rayos de miradas que entretejen las identificaciones, la clave es declararse en contra o manifestar rechazo hacia aquello que predeciblemente debe agradarnos y nos agrada. En el Hombre Araña, por caso, reirnos de Mary Jane sabiendo que debemos amarla porque Parker es tan ñoño que no se atreve a acercarse para hablar con ella. "No me cae bien Rodrigo de la Serna", aunque sea cierto que me resulta más simpático el personaje de su hermano, el chorizo mecánico (en todos los sentidos posibles de esa horrenda nominación), para puentear la energía de las identificaciones primarias basta con declararse en contra del Okupa. Apenas un truco, un golpe bajo que Anita conoce y por eso, ayer, amagando con darle otro bien merecido tortazo, lo dejó pagando.

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