La magia no existe

Yo, que en tanto siga siendo ñoño (y no es algo que se elija, precisamente) seguiré luchando para dejar de ser melancólico, me reiré ante la suma violácea de ojeras acumuladas por trabajos poco remunerativos, esas marquitas que se asentúan cuando, al caminar de lado, quiebro el cuello y el rostro se me ensombre todavía más hasta quedar bien delineada, con presición terrorífica, la aprensión a la gente que debo cruzar mientras camino por la calle. Termino de ver la película más triste, en mucho, mucho tiempo. Pensar que estuve por ir al cine, y me alegré cuando vi que ya estaba para descargar y hasta crucé al chino amigo por una petaca de licor de chocolate. 

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