Ahora sólo queda correr al chico para aprovicionarse de cervezas y esperar a que un par de periodistas se decidan a aburrirnos, una vez más, con sus crónicas en primera persona. Una vez más, contarán dónde votan siempre y cuáles fueron sus impresiones al emitir su voto el día domingo. Entonces, nosotros
habríamos tenido (después de haber
leido soportado semejante falta de respeto por las reglas y la pluralidad del juego democrático)
ganas de votar, por una vez en la vida, a
Castrilli.
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