Escapadas

Cuando el calor de la ciudad nos agobia, desenrollamos nuestras mochilas y, con melitas y un par de sobres de tang para el tereré, nos vamos lejos ("cuanto más lejos, menos calor", así pensamos y entonces funciona). Hacía mucho que no habríamos el herbolario y nos pasamos toda la mañana cambiando las hojas arruinadas por la pésima calidad del papel secante. Hacia el mediodía quedaban sobre le mantel un par de hojas nuevas (habrá que ordenarlas uno de estos días) pero las mariposas que sobreviven a los pesticidas de la soja nos distrajeron con sonrisas y tropiezos por el resto de la tarde.
Cansados de rodar por el pasto, dimos un último paseo y, antes de volver a casa, confiamos a las vaquitas de san antonio el deseo de volver pronto.

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