La puerca gripa

Al prinicipio me pareció surreal (y bastante divertido): estaban todos disfrazados de cirujanos, con guantes de látex y barbijos. Todos! Desde los chicos que envuelven las valijas en papel film, hasta el adormilado crew de McDonalds. Era divertido ver como algunos hambrientos clientes hacían malabares con su café y su torta de chocolate tratando de no infectarse.
Sin embargo, la gracia cedió en cuanto me subí al avión. Cada vez que estornudaba (cosa común en un resfriado incipiente) sentía clavarse todas las miradas sobre mi. Como el vuelo estaba bastante libre, la gente se fue alejando; a tal punto que quedé sola, íngrima, en una hilera de sillas. Y cada vez que el fatídico ruido se producía (achuz!) escuchaba las voces complotar.
¿Será que me van a encerrar en un baño?
Finalmente mi avión aterrizó. Al llegar a inmigración, dos chicos vestidos de astronautas repetían los síntomas como dos loras mojadas: fiebre, tos, contracturas.
Le pedían a aquellos pasajeros que tuvieran alguno de los síntomas acercarse. ¿Ustedes qué creen, que me voy a dejar meter en cuarentena? ¡Pues no! Así que pasé mirando al piso y tratando de reprimir cualquier intento de estornudo.
Ahora en casa y ya mejor, me pregunto: ¿Pandemia de qué? Hay más gente que se muere de hambre al año y a nadie le da miedo darle la mano.

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