¿Y si salimos en casa rodante?

Pronunciada al pasar, como un último intento por rescatar los rostros zozobrantes en la penumbra improvisada con restos de vela sobre tapas de botellas vacías. En el encierro al que nos había obligado, lo repentino de la tormenta agitaba el sopor de la sobremesa procurando derivar la charla hacia la zona difusa pero entusiasta de los planes futuros. Factibles o inventados, todos rigurosamente improbables, nacidos de la liviandad del vino y la proximidad del receso de verano.

Cuando el último invitado decline, como los que le han precedido, la invitación a quedarse a dormir sobre una colchoneta en el piso, treparé hasta mi hamaca para oír las últimas hojas detenidas en el alcantarillado.Como una bollita que la ola inmensa de la noche trae y lleva, la frase seguirá sonando todavía un instante hasta perderse finalmente en un rincón sin eco de la habitación. Entonces, tal vez estando ya dormido, soñaré que este verano salimos en casa rodante.

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