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MARTA Y EL PAPÁ DE GRISELDA vinieron anoche de visita. Era previsible, se pelearon hasta en el momento de cantar por teléfono los sabores para el delivery de la heladería. Si mi tío no se hubiese ofrecido, arriesgándose bajo la tormenta eléctrica, para cortar mandarinas del árbol del patio, la noche hubiese terminado del modo más amargo posible. Heladas por el frío súbito que empuja las margaritas del jardín a esconderse entre las ramas viejas de un monstruoso malvón sin flores, el irresistible sabor ácido de las frutas de quinta ayudó a que, por un momento al menos, Marta y el papá de Griselda conciliaran en algo.


Mi tío siempre cae de sorpresa y me entero si planea quedarse a pasar unos días cuando encuentro en mi cuarto la colchoneta extendida en el suelo. No necesito prever ya entonces más nada porque sé que espera, para que podamos llevarnos bien, ver que todavía puedo "comportarme" como un chico. Es el requisito único pero imprescindible para que me siga regalando año a año los talonarios con boletos para las pistas de autos chocadores en las que trabaja haciendo mantenimiento.

(antes de Ford y de Showmach, mucho antes de Moria Casán, él no era agraciado pero "transpiraba sexo").

La semana próxima, cuando Marta y el papá de Griselda viajen a Buenos Aires (iban a ir a Mar del Plata pero él no entiende cómo a ella le pueden gustar "estos sagras"), prometieron llevarme a la ciudad de los niños, donde está todo abandonado (yo sé porque una vez fui) y por eso la pista de autitos chocadores nunca cierra. Y más ahora que están los chicos de la colonia de verano. Aunque sé que es mentiera, igual yo a la pileta no me voy a meter porque con la malla mojada pueden darme descarga.

1 comentario:

S. dijo...

cómo se puede resistir un malbón sin flores

un malbón sin flores es como un animal

como un perro o un gato
lo mismo