Just let the comets lead the way
DE UN MODO IMPREVISIBLE, sigo escuchando Fanfarlo. Ayer, cuando volvía en colectivo, sorprendí al señor de piloto marrón que iba sentado junto a la ventanilla tarareando las melodías que brotaban de mis auriculares. Creo no haber tenido tiempo para sonreirle. Apreté fuerte los ojos y me zambullí en el sueño más apacible. Han sido días intensos. Soñé que era una sola de todas las hojas que el viento desordena en la bocacalle, ruiseña por los animalejos que al esconderse recorrían mis articulaciones derramando cosquillas.
A veces, algunos sueños cambian los ciclos del calendario. En un viaje de varias horas, Córdoba-Buenos Aires, por ejemplo, lo usual es atribuir el entumecimiento a la malicia congénita de los colectiveros. En vano, pedir que bajen el aire.
Lo que no esperaba y por eso, ha sido, es que el señor del piloto marrón llevara una mandolina mezclada entre los afectos personales de su bolso de viaje. Imposible intentar hablarle, pensé, el señor es músico y mi voz, mi voz, suena como un ratoncito.
El rato necesario para poder descansar los ojos de la fosforescencia de los rayos solares, cuando un auto atravesaba la ruta en dirección al reflejo de la máquina de café, me esforzaba por desentrañar el misterio de su bufanda anudada con sospechosa prolijidad a su maleta de mano. Viendo el parabrizas, era previsible que me pareciese familiar. Las estampillas del bolso, tan pequeño, se continuaban en las mangas del piloto. Incluso los pantalones, según pude constatar mientras fingía programar el reproductor de música, tenían orejitas de papel de antiguas pegatinas. Haber sacado el boleto tarde esa madrugada nos había deparado los asientos frente al parabrizas en la planta alta del colectivo. Pero todavía no lo sabía.
Él había estado primero en la fila regañando varias horas a la chica de rulos de la boletería que había sugerido la emisión de dos pasajes. "Ud. sabe lo que significa que un elefante ocupe mucho espacio señorita", había barruntado, estrujando el boleto sobre la placa metálica del mostrador. Automáticamente, la chica se había llevado la mano al cuello y fingiendo un interés súbito por el estado de su peinado se escabulló en un diminuto espejito salido de una enorme cartera negra. Debe viajar mucho y quién sabe, quizás este cansado, sugerí a media voz para intentar reanimarla. En vano, todas las otras boleterías de la estación estaban igualmente cerradas.
"Después de las 00.00 hs,
solicite la emisión de su boleto
Viajo parado, pensé. No se preocupe joven, a esta hora no viaja nadie. Después de todo, había sido por su enojo que se había retardado la emisión de mi boleto. Yo espera alguna frase consoladora pero el señor del piloto, sabiendo cómo contrariar mis expectativas, se empeñaba en no decir nada mientras me miraba. Por qué lo hace, entonces; pensé que faltaba el tiempo suficiente y caminé a comprar un agua sin gas.
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