Gigantic



Hay un libro hermoso de Isol que se llama Piñatas. Se lo regalé a una nena desconocida en el tren. Ayer, un viaje interminable. No recordaba: tan amarillo el suelo, el violeta lavado en los troncos de los árboles. Tenía miedo del señor de los helados que pasaba cada veinte minutos interrumpiendo las partidas de truco que se tendían en el pasillo de butaca a butaca. Hubiese sido cruel no intentar distraerla. Parecía cuidadosa, espiándo todo detrás de su brillante flequillo negro. Descuento estará en buenas manos.
Pero puedo postear en unos días un .pdf para que ustedes lo lean desde sus casas. Y después consagrar la siesta (el único momento del día que todavía es posible dedicar a esa práctica profana) y volver a ver Gigantic. Porque sí.

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