La segunda cita. Yo ya había empezado a transformarme en una bestia triste, probablemente lo fuera desde siempre, al menos desde bastante tiempo atrás. Puedo dejar que los recuerdos me conturben y me transtornen: el blog se transformará en una destilería de culpa.
En ese momento, no hubiese querido saber lo que sobrevendría. Tampoco ahora sé a ciencia cierta si me reconfortaría haber pensado (lo que no deja de ser una pavada) que no quería comprometer su tranquilidad ni un solo instante. De allí tanto cuidado, tanto secreto, tantas preocupaciones. En mis empresas amorosas, ninguna ha podido llegar nunca a buen término. Mi poca fortuna ha sido siempre el resultado de haber amado demasiado.
Puedo entretenerme ayudando a mi tío en el local. Abre hasta tarde. Creo que por unos días no voy a postear nada.
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