Cada vez que me acuerdo me río de vos

Era el tiempo en el que el gordo forro y pelotudo que pasó toda su vida componiendo operetas para títeres y grasadas que hasta el mismísmo Michael Jackson se cuidaba de ensayar, Charlie Garcia, se había puesto un condón en la naríz, órgano en el que ya no le funcionaba ningún músculo. Siempre fue fácil subir al piso de Coronel Díaz a hacerle visita porque el cadaver lo único que quería y necesitaba era que le hicieran "la sopladita": sacaba del costado derecho del calzoncillo y estiraba del otro costado un billete del fajito de a cien pesos que guardaba entre los testículos porque no confiaba en las enfermeras que custodiaban el respaldo de la cama y atendían las llamadas de Chipolatti que, obviamente, se olía lo que pasaba y buscaba desesperado que lo invitaran. Detalles, detalles, yo nunca fui pero el gordo forro y pelotudo abrían la puerta recostando el cuello hacia atrás para que llegara de la calle el aliento, como suele decirse, de los fans.
Yo estudiaba lingüística. Mis análisis salían bien y los resultados daban siempre excelentes. Pero un día en una clase leíamos una carta de los "curas villeros" y la gente empezó a comentar que notaba como que seguía habiendo un tono paternalista. Alguien explicó, posiblemente la docente a cargo del encuentro, que reclamar  "presencia" estatal no implicaba una noción determinada acerca del ejercicio de la autoridad sino que era, simplemente eso: el Estado, uno, cualquiera. Fue ese mismo día. Alguien, un tarado que cuando lo veo en los pasillos me dan puntadas, agitó la cabeza para hacer andar el ratoncito y del modo más espeluznante insitió que a él le parecía que igualmente había como un resto de discurso paternalista y creo que hasta habló de Perón. Siempre he creído que el único mundo felíz es el de Cha-cha-cha y todo por dos pesos. Por eso, en las reuniones casi no presto atención y me importa bien poco saber de qué se habla. Pero tengo una venita en el cuello que a veces se infla y el corazón se acelera dejándome la mente hecha una taza con crema. Entonces, si hablo, me saco. El tarado que cuando lo cruzo en los pasillos (...) ni siquiera se lo merecía: "Si te ponen una cocina de Cocaina al lado de tu casa no te gustaría. Están hablando del paco, no de la merca de Charly García". Y así fue como, desentendiéndome de los manuales que rezan cómo expresarse en las casas de estudios, en las que si se habla tanto tanto tanto tanto del lenguaje es porque ahí ya no quiere decir (la sociedad) nada (la gente) nada ((?)) nada, así, con una rimita tonta me deshice y liberé para siempre de la lingüística.

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