bookcrossing

Cuatro veces cada año, durante las úlimas 32 temporadas: una en verano, en la playa, detrás de unos anteojos de sol que hace días me robaron y ya no taparán mis ojeras (manchas del oficio, como las mangas de las camisas o las rodillas peladas por culpa del cielo bajo las hamacas); en otoño, en el parque Centenario, a la vuelta de mi tour para completar (este año sí o sí) mi hermoso herbolario; después, en invierno, cuando me duelen las muelas de comer chocolates y quiero anticiparme al próximo beso de ByB (Brenan y Booth, que es como decir M&M, Mary & Max, etc.). Finalmente, y otra vez, primavera, cuando me hago un tiempito para descansar, sobre el almohadón naranja apoyado contra el marco de la ventana del balcón, antes o después de una cerveza (rutina que últimamente cada vez me gusta menos).
Hasta este verano, cuatro veces cada año leía FDA pero el otro día intuí que de seguir apelando a esas lecturas para resolver mi mundillo sentimental ("mundillo"; sí, porque también hay belleza entre las alimañas) las cosas no empezarán a mejorar...
Fue el azar y la curiosidad quiere robarle el puesto. No tengo a mano las referencias pero creo recordar y eso me ayuda a inventarme una explicación referida a las portadas de ambos libros ya que, en definitiva, fueron las tapas lo que me decidió a cambiar FDA por El amor y Occidente (Denis de Rougemont).
¿Qué fue lo que me decidió a cambiar y por qué cuento todo esto? Lo comento porque cometí la imprudencia de regalar el libro y no vaya a ser cosa qué... Lo que me decidíó a cambiar, como siempre, es una canción de Cerati.

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