Despedida

Habíamos estado planeado el viaje desde comienzos de junio y como "lo prometido es deuda", con cambio de butaca que vino acompañado por El Origen en pre-estreno (yo no lo podía creer!!), viajé por mi cuenta en un micro de larga distancia y nos encontramos en el hostel para hacer la previa y tomar un taxi todos juntos.
"Lo prometido es deuda", no me cansé de repetir la frase, elevando mi voz a través de kilos de máscara cuando ¿Nestor era que se llamaba?, ya ni me acuerdo, cada vez que el jefe de los chicos levantaba su vaso plástico de litro, todo mordisqueado en los bordes llenos de espuma seca, y lo empuñaba para sugerir que el brindis al que su incordioso gesto nos invitaba reclamaba de alguien yendo a comprar otra cerveza. Fue su afán de arruinar la fiesta tratando a los amigos como encargados. Sandra compartió gustosa mis risotadas y hasta se hizo cargo del latiguillo durante buena parte de la noche. Quedó claro que yo estaba pidiendo por los diecisiete cumpleaños adeudados en los que tuve que soportar tres horas de karaoke vestido de Buzz Lightyear, Tasha y Don Cangreso. Pobres conchetos, son tan predecibles. Por eso, se dedican a la timba de grandes, para tratar de aprender a disimular. Ni siquiera Bob, o Patricio, que a mi me hubiese encantando. Para Andrecito tuvieron el descaro de exigir descuento. Porque, obvio, con un clarinete de hule Calamardo -a quien más se le puede ocurrir, con ese nombre- es imposible y no va a poder tocar el feliz cumpleaños.
Al parecer, en uno de los cumpleaños faltó un cartucho de  play o nintendo y está esperando que lo devuelva para pagarme porque dice que si es verdad que yo no juego pero lo vendí, entonces, puedo darme por pagado, incluido el aguinaldo.
Con un giño se le encendía un cigarrillo y tras una palmadita en la espalada que sugería la urgencia de ir a hacer la cola que conducía al sector aledaño a los baños, se pasó la mitad de la noche cabeceando solo en la pista. Nos encontraba al rato, para recomenzar la escena.
Me quedó la costumbre de llevar pantalones con bolsillos, que es super práctico si a uno le gusta juntar cosas por la calle. Sacando los brazos hacia adentro del traje, con las mangas colgadas como amarras bailábamos dando trompos como los muñecos con motores de aire que anuncian los estacionamientos. Las fotos, se entiende, salieron todas borradas. No sé las que sacamos con la cámara de Sandra, que trae para hacer panorámicas. Yo me muerdo el labio por no reirme. Todavía la está pagando pero vive en un primer piso, contra-frente y el edificio ni siquiera tiene terraza.
Ellos volvieron esa misma madrugada en la combi del gordo. Yo me quedé unos días a descansar y aprovecho ahora que están de asado en el hostel para ver el correo y buscar los horarios de las excursiones para mañana.

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