El packaging de lo que no existe

El tiempo difiere sarcásticamente siguiendo los estallidos de la desgracia que nutre "la actualidad, al instante" y porque han llegado al extremo de desaparecer lentamente mostrándonos día a día lo que no existe (si es verdad que la tele por cable, como la música en cualquier formato inimaginable, murió -y por eso, tocan en vivo hasta morirse sobre un escenario como Cerati) basta con imaginar la triste triste triste vida de un programador de contenidos que mirando como "pasan" cada quince minutos los únicos dos a cinco años de vida útil que le quedan (ya que, como a cualquier inútil estudiante de diseño, el trabajo le debe durar bien poco para que largue rápido las tres o cuatro ideas creativas que lo mismo si sirven para que el rating suba o baje, lo importante es que no hagan que el programa "decaiga") antes del recambio obligado del staff. ENTONCES, mientras nosotros miramos tele y vemos la muerte diaria de un quiosquero en Castelar a manos de delincuentes menores, armados (¿cómo sino, no se entiende?) y seguramente muy drogados están, como "mario y marcelo" (que no van por la de $2, piribiribimpin): ¿hemos de odiar a quienes lo único que les importa es mantener un trabajo que, por lógica, ya perdieron, pero se empeñan, lo mismo, en seguir, a punta de porquerías, llevándonos de las narices para volvernos tarados del todo como están ellos? Quizás sea mejor pensar, como me propone mi abuela que ya está mejor de su manía con el actimel -pensó que se trataba de una pócima de rejuvenecimiento, "pooobreee"-  que detrás de cámara sólo hay un ejército de liendres cuyos abuelos vendían en los trenes alicates y espejitos de bolsillo.

No hay comentarios: