El frasquito ("Tu y Yo")

Según parece, "debo" postear sobre el café malta, ese café de mentiritas marca El pocillo que viene en un frasquito opaco y por eso, sirve para guardar en su interior, si uno "fuera" una persona impresionable y no gustara de verlos avanzar arrastrándose hasta el dedo protegido detrás del vidrio grueso y pulido de un frasco de mermelada, caracoles del jardín o, también, y el único problema, en ese caso, es el tipo de plástico no reciclable, ya que toca usar un clavo caliente para dibujar en la ranura de la tapa una sonrisa desdentada horrible y sin embargo, debido a la oscuridad con la que consigue velar el contenido del recipiente, promisoria en cuanto al destino eventualmente congelado que dispone para la cantidad, creciente por obra del tiempo transcurrido entre cumpleaños y visitas de personas grandes, que van transformado los ahorros en una suerte de vaso mitad-lleno, una intriga doméstica no sólo previsible sino siempre más o menos ínfima, ya que, bien mirado, el acopio depende casi exclusivamente de la paciencia, muchas veces auto-impuesta, con la que "el contrayente" logra retardar la operación de clasificación y sumatoria de las moneditas que se fueron confiando a la alcancía. A diferencia del chanchito que habrá que despansar con saña dándole un par de martillazos o dejárlo caer desde la mesa, si antes no se ensayó vaciarlo parcialmente introduciendo una cucharita en la ranura del lomo, la tapa a rosca garantiza una dilación ad infinitum; la lógica del daño irreparable persiguiendo la posibilidad de uso, que se materializa en un intercambio apresurado, el afán por gastar enseguida la poca plata ahorrada hasta ese momento en cualquier pavada, que ni de lejos responde a un objeto deseado porque no ha habido siquiera espacio para pensar a dónde iría a parar aquello que, aún, no se terminaba de obtener, esa estupidez congénita del ansioso es reemplazada por una juego denominativo parecido al que se emplea en las partidas de cartas, cuando se apuesta con porotos o granitos de arroz y, entonces, se está siempre ante una unidad nominal y no obstante, el nombre mismo parece volcarse hacia la partición sin freno de la materia: uno tiene arroz, un platito de porotos, medio kilo de arroz, medio grano de porotos y, más allá de eso, sigue teniendo arroz, porotos, unidades contantes y rodantes que no hay que dejar caer al piso porque el menor descuido mezclaría las cuentas realizadas al cierre de cada nueva vuelta. 
Por eso, el frasquito de malta El pocillo sería un buen ingrediente para sumar a un relato, toda vez que contar...

toda la familia

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