Dicen que los reproductores de música japoneses vienen con un claquesito, que se escucha cuando los llevás al oído y los agitás. El clack-clack te indica la vida útil del aparato. Están diseñados con un sistema que logra que el efecto de imán se vaya perdiendo. Cuando eso sucede y dejás de oír el ruidito es porque ya el aparato ha agotado el timing con el que salió programado de fábrica. No significa que no funcione más sino que ya no tenés forma de saber hasta cuando va a funcionar. El imán deja de rechazar las partes de metal, el repiqueteo se apaga y el chip se adhiere a la plaqueta hasta terminar quemando el circuito.
Esto era antes. Hoy día con los reproductores conectados a dos mini-parlantes no hace falta más que ponerlos sobre el asfalto y entregarse sin más vueltas a preparar la pared para pintar.
Fuimos ayer al paranoid park del centenario (aparte, las cosas para las que sirve el cine). Los stencils de conejos estaban llenos de papel porque cuando salimos a pintar en el centro los guardamos en la mochila entre hojas de revista. Nos pusimos, entonces, a dibujar burbujas blancas y violetas. No quedaron muy bien que digamos pero la idea era agitar y pasar el rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario