Mi abuela no porque le tocaba estar atenta a los tiempos de la tintura pero sí sus amigas. Cuando estaban de visita y me hacían probar chalequitos para defenderme del frío, las señoras de pelo fucsia hablaban todas al mismo tiempo. Era un descanso momentáneo atravesar el pasillo que llevaba del comedor al dormitorio. Encontraba, entonces, a mi abuelo encaramado a una pirámide de almohadones colorados, hablando en simultáneo con el conductor de noticiero. Le explicaba sus muy buenas razones, que él muy bien tenía y había acreditado después de haber vivido en este país nunca supe exactamente cuántos años, para estar en desacuerdo con cada una de las evaluciones que el conductor emitía (¿ya estaba Andino en esa época?) para hilvanar las noticias que el envío presentaba.
Estamos en los años cuando esa triste parodia conservadora del "deadpat" que sigue llamándose Santo Biasatti, todavía no existía.
Gracias al cielo, los adolescentes sólo en apariencia copian los modelos televisivos. Los más cancheros se visten como De Pineda o se queman el higado y los pulmones como los mamertos de cuatro cabezas.
No obstante, no deja de provocarme escozor el momento en el que me enfrento con versiones hormonalmente activas de Tognetti o, más simple, ejemplares vivitos y colendo de esa máscara del cartel de Abasto que conoceESmos bajo PECel nombre Ta de CuPetinatoLar.
Todas las ganzadas post-mortendas que en las facultades repiten ("ellos", los que usan al Estado para acartonarse cada día más intentando destacarse entre lo que nosotros sabemos que no es otra cosa ni merece otro nombre que La gilada) y repiten como pollo al ajillo mientras las maravillas de la electrícidad apenas sirven para que los alumnos, ya en edad de trabajar, iluminen las fichas escolares de sus cuadernos de "comprensión lectora".
Según nos enseñó Burton (que no necesitó más que una bara de chocolate para demostrarlo) ingresar por la pantalla de la teve equivale a empequeñecer y morirse joven sin poder dejar de imitar porquerías. Nada que ver con nuestros abuelos, a los que han borrado. Definitivamente, a punta de imitarlos y copiar lo que ellos veían.
Para ellos discutir con Jackobson (el de telefé, también) era un modo de sentirse incluidos. Como formando parte.
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