Empecé las vacaciones abrumado. Siempre me será difícil comprender la geometría secreta del círculo de cualquiera de mis improbables perseguidores. Es posible (un poquito me lo invento) que, dado que soy FAN, me atuve al método de composición de él. Como se sabe, su fuerza natural está basada en el robo. Pero cuando realicé que, por esa vía, sólo sus canciones son mágicas y de mis discursos, ninguno; entonces, recapacité el tiempo necesario para comprometerme desde ahora a no robar más.
Hoy, en cambio de las vacaciones que no tuve, la lluvia me acompaña en la despedida de mi heroe novelesco del verano. Lo había leído buscando un punto de amarre para mis preocupaciones en torno a las anticipaciones. Las cartas fueron , lo confieso, un ejercicio de imitación. Me regalaron malestar y pudieron haber soltado ese cariño suave que nos llega con el aburrimiento que despiertan algunos espectáculos.
Mis apuntes estan en una carpeta, adentro de una caja, en el baúl del auto. Una cita bastará pero la dejo para más tarde porque ahora llueve con más fuerza. La tortuga se mudo ayer al balconcito. Ya no dejo alpiste en las barrandas por temor a la maldad congénita de esos bichos alados que molestan (son tan entretenidos, a veces) cantando en lo mejor de la madrugada. Hace mucho tiempo, en una playa sureña, yo era un niño muy ingenuo y de verdad creí que los amigos de mis padres me contratarían para atrapar pájaros cantores con mi onda en los acantilados. Esas vacaciones aprendí a secar cangrejos: había que atraparlos entre piedras y dejarlos la tarde entera al sol. Siempre me ha dado penita (en verdad soy tan impaciente); prefiero los caracoles.
Tengo que elegir a mi nuevo heroe novelesco. Cuanto antes, mejor. Hay libros que me gustaría mucho leer pronto.
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