Más extraño que la ficción

A veces, hay personas que no entienden. Hace un rato, por ejemplo, tres cuartos de hora de charla con mis padres (siempre será un horror saber que leen mi blog). Diez minutos preguntándome si necesitaba ayuda para no tomar tanto, puede ser un ambulatorio, soltaron. Increíble. Una amiga que sabe muchísimo (realmente) de lingüística y por eso está entre las más morbosas del grupo, me manda un mensaje: "leí dos, tres cosas últimas y pensé: estás desquiciado. Olvidate. Estás bien? Nos vemos pronto." Que las más entretenidas no sean las de despechado, se puede discutir. Pero no es tan difícil de entender que uno se sienta del montón si no escribe, aunque sea una vez (y hasta puede ser medio jugando), cartas de enamorado: confesiones, recuerdos, reproches, con letras espeluznates y frases crueles, con, sin esperanza, etc. Que hay cosas que se mezclan y pueden haber pasado, y sí ... 

Ahora bien, o no tan bien. ¿Por qué dejo claro estas obviedades? ¿Saben que el castillo vagabundo no es, precisamente, un bar? Es claro que si yo me propusiese ser un desquiciado no derraparía en cada comedia, serie o lo que sea que convoca mi disminuida y casi extinta capacidad de establecer transferencia, ni me vendría a pique prestando atención a tal cosa, que se parece a tal otra y entonces, tal otra cosa y así.
Un día serán las tortugas. Cruzarse sin saludar, casi como esconderse; un gesto en sí mismo, no feo, pero sí incómodo y sin duda, desproporcionado (mucho más que verse tan sólo un día y sentarse a escribir trece mails en treinta horas).
Mientras tanto*, calculo que seguiré sin entender por qué cuento algunas cosas.

* En la tele, las cosas del mundo que se está por terminar, siempre pasan mientras tanto, como varias catástrofes en simultáneo. Vos fijate.