Final del Juego

Es triste pero previsible: como los helados bañados en chocolate, un ñoño está destinado a derretirse. Seguirán existiendo por siempre y sin embargo, cada uno de los ñoños deberá enfrentar el momento en el que no tendrá por opción sino desaparecer. Porque, de lo contrario, seguirían indagando y estudiando hasta enloquecer. ¿Porque no son capaces de ya jamás nunca más preguntar por qué? El amor los condena.
El destino de un ñoño es enamorarse, hacer un último esfuerzo por aprender a desembarazarse de las taras que vuelven rígido e indócil su desequilibrado cuerpo. Como una estatua en las vías, postrada, víendo aproximarse el tren, un ñoño sacude su timidez dejando que se eleve con el viento, desordenándose a su paso los ficheros que guardaban prolijamente todos sus papeles. Los ñoños tiene mala memoria pero llevan grandes bolsos con block de apuntes y los bolsillos repletos de notas abolladas.
Aficionado al papel carbónico, a las hojas de calcar y a las colecciones de calcomanías, combinará las cosas que ha visto en el cine, las mezclará atropelladamente con las frases bellisimas que fue recolectando en sus lecturas y compondrá su "cajón desastre" para dar el salto que lo presente, como un diablo de resorte, risueño, intrigante, acaso un poquito misterioso. Feliz.

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